(Por Ran Lahav (Marzo 2, 2020), traducido por Jairo Sandoval)
¿Qué es lo que hacemos en la contemplación filosófica? Ingresamos a un mundo diferente, o aún más: entramos a un nuevo ordenamiento del mundo.
Permítanme explicarlo.
Los seres humanos tenemos una habilidad sorprendente: podemos entrar a realidades alternas.
Cuando leo un libro o veo una película – El Señor de los Anillos, por ejemplo – en mi mente entro al mundo de la historia. Me siento triste cuando el héroe es lastimado, y feliz cuando triunfa. Me desagrada el enemigo, estoy preocupado por los peligros – como si estuviera dentro de la historia. Sonrío satisfecho o contengo mi respiración con pasmo, como si todo eso me estuviera pasando a mí o alrededor mío. Por supuesto, no me encuentro por completo perdido en ese mundo – no confundo al hobbit en la pantalla con la persona que está sentada a mi lado. Pero una parte de mí está dentro de otro mundo.
De manera semejante en los juegos: cuando juego ajedrez, entro en el juego como si fuera la realidad. Mientras dura el juego, prácticamente no hay nada fuera del juego. Mi corazón y espíritu están en la contienda, y las piezas del tablero son yo, mi identidad, mis esperanzas. Si pierdo una pieza, siento dolor como si se tratase de una parte de mí.
En resumen, somos muy buenos para entrar en realidades alternas. Nos introducimos en un juego social y nos identificamos con sus valores, entramos a un trabajo y nos identificamos con sus reglas y metas; o ingresamos al mundo emocional de algún amigo. Sin esta maravillosa capacidad, no tendríamos literatura, ni cine, ni juegos, ¡y tal vez ni siquiera sociedad!
Algo similar sucede cuando contemplo un texto filosófico: ingreso en ese mundo filosófico en mi mente. Me encuentro a mí mismo en el mundo de las ideas de Platón, o de Nietzsche, etc.
Aun así, hay una gran diferencia. Ingresar en un mundo filosófico es muy diferente de entrar en una película o en una novela. Porque el mundo de El Señor de los Anillos está hecho aún de cosas ordinarias: objetos, gente, sucesos, tal como la realidad ordinaria. Puedo estar con hobbits o con magos, tal y como estoy con mis amigos en casa. En contraste, un mundo filosófico está hecho de algo muy diferente – está hecho de ideas generales, ¡está hecho de significados!
¿Cómo puedo estar al interior de un mundo de significados filosóficos? Obviamente, no como un ser humano con un cuerpo físico. Un significado no es algo que pueda tocar o ver.
De hecho, en lo profundo de la contemplación filosófica no MIRO A las ideas en el texto, ni siquiera pienso SOBRE ellas (como lo hago en una discusión de filosofía en la universidad). No examino a las ideas desde el exterior, como si fueran “cosas” frente a mí. Por el contrario, estoy CON estas ideas. Las dejo que me llenen, las hago presentes dentro mío. Y entonces, mi yo pensante desaparece. No soy más un pensador, no más un “yo” o un sujeto. Ahora hay sólo un mar de significados.
Este es un enorme cambio interno: en la contemplación filosófica, la estructura usual de sujeto-objeto desaparece. No hay más un sujeto versus un objeto, un yo pensante versus un objeto de pensamiento. Ya no soy más mi yo pensante, psicológico, ordinario, sino un espacio abierto de escucha interna.
Así, me encuentro a mí mismo no tan sólo dentro de un nuevo mundo, ¡sino en un nuevo ordenamiento del mundo! Se trata de un ordenamiento del mundo de significados fundamentales. Fundamentales – porque el texto es filosófico, y la filosofía es sobre la realidad fundamental. Pero no estoy pensando SOBRE la realidad fundamental – estoy con ella, dentro de ella, resonando con ella. Soy una ola en un océano de significados filosóficos.