Traducido por Jairo Sandoval

Sabía que tu esposo moriría tarde o temprano, habiendo sido un fumador empedernido toda su vida, habiendo tenido ya un ataqué al corazón, además de otros problemas de salud. También tú lo sabías, y también él. El parecía más preocupado por dejarte sola que por su propia muerte.

Y después sucedió lo inevitable, y pasó justamente cuando me encontraba en un viaje de negocios en el exterior. Ni siquiera pude estar contigo en el funeral. Esto dolió bastante, que sentí aún más pesar por ti. Ustedes dos habían sido tan cercanos el uno al otro que no podía imaginarte viviendo sin él.

Traté de darte palabras de apoyo y cariño por el teléfono, pero era consciente del vacío de mis palabras, aún cuando realmente las sentía. Sabía que realmente no podía “compartir” tu dolor. ¿Cómo podría verdaderamente sentir lo que tú sentías? Era una extraña a tus penas, una intrusa ante tu dolor.

Cuando finalmente regresé a casa e inmediatamente fui a verte, quedé en shock por tus hombros caídos y las líneas de sufrimiento en tu rostro. Subiste las escaleras para verme, y nos paramos en el pasillo viendo nuestros rostros. Hablamos en voz baja, con largas pausas de silencio. Tu te mantuviste diciéndome que no me habías visto durante tanto tiempo, y escuché en tus palabras una queja silenciosa: “Acércate más, toca mi dolor. Sé que tus intenciones son buenas, pero estás tan lejos…”

Deseé saber cómo abolir la distancia entre nosotras, deseé poder cargar sobre mí algo de tu dolor. Pero supe que tu dolor era únicamente tuyo, y que siempre estaría excluida de éste. Tú eras tú, y yo era yo.

Te tomé en mis brazos; quería darte mi calor. Tus profundos ojos cafés me atemorizaron, buscando mi ayuda. Me recordaron mi responsabilidad hacia ti, hacia todos, hacia el mundo. Me recordaron mi propia fragilidad y necesidad.

Lentamente, recordé las palabras de Solovyov acerca del poder del Amor:

“El amor es importante no como uno entre otros sentimientos, sino como la transferencia de todo nuestro interés por nuestra vida, a la de otro, como el cambio del centro de nuestras vidas personales.”

Una ola de amor surgió dentro mío, un ilimitado, desesperado amor por ti, mi más querida amiga. Y por un breve y poderoso momento me sentí a mí misma cruzando la imposible distancia entre nosotras, y estando contigo, sin que dejaras de ser tú misma.

Y ahora comprendía, plena y completamente, lo que Solovyov quería decir sobre la misión del amor.

 

Vladimir Solovyov (1853-1900) fue un pensador ruso que reflexionó sobre la integración universal de la humanidad con el Todo. Este texto es de su libro EL SENTIDO DEL AMOR (1894):

Un ser humano, al ser este individuo y no otro individuo, puede llegar a ser el Todo sólo si suprime en su conciencia el límite interno que lo separa de otro ser humano. “Este” puede convertirse en el “Todo” sólo junto con otros. Sólo junto con otros puede un individuo darse cuenta de su significado absoluto, y convertirse en una parte inseparable e irremplazable del todo universal, un órgano original, independiente y vivo de la vida absoluta…

El significado y el valor del amor es que nos obliga a reconocer, con todo nuestro ser, el significado central absoluto de otra persona, de la cual, debido al poder de nuestro egoísmo, somos conscientes solamente en nuestro propio ser. El amor es importante no como uno entre otros sentimientos, sino como la transferencia de todo nuestro interés por nuestra vida, a la de otro, como el cambio del centro de nuestras vidas personales.